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sábado, 13 de febrero de 2010

¿Está Irán más cerca de la bomba atómica?


El enriquecimiento se inició el pasado martes y los científicos ya han sido capaces de conseguir el primer paquete de uranio enriquecido al 20%»

«El enriquecimiento se inició el pasado martes y los científicos ya han sido capaces de conseguir el primer paquete de uranio enriquecido al 20%». Cuarenta y ocho horas después de comunicar de forma oficial al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) el inicio de las labores necesarias para aumentar el grado del enriquecimiento de uranio en la planta de Natanz, el presidente Mahmoud Ahmadineyad sorprendió a todo el mundo con su anuncio durante la celebración del acto central del 31 aniversario de la revolución islámica. A las pocas horas la Casa Blanca respondía asegurando que se trataba más de «una declaración más política que científica» ya que «no creemos que tengan la capacidad de alcanzar ese nivel”»
Cinco años después de la llegada de Ahmadineyad al poder Irán es una potencia nuclear. Las siete mil centrifugadoras de la central de Natanz –se está construyendo una nueva instalación cerca de la ciudad santa de Qom y se ha planificado edificar otras diez a partir de marzo-, enriquecían hasta ahora uranio al 3,5 por ciento, un grado insuficiente para abastecer al reactor de investigación del centro de lucha contra el cáncer de Teherán, que precisa combustible al veinte por ciento. Esta es la causa oficial por la que los iraníes han decidido dar un paso adelante. «Los 850.000 pacientes de cáncer de su país no pueden permitirse que el reactor se detenga», explicaba ante la sede del OIEA en Viena el enviado iraní Ali Asghar Soltaniyeh. Este reactor fue colocado por los americanos en los años del Shá y hasta ahora funcionaba con combustible vendido por Argentina.
Los expertos coinciden en señalar que es necesario un noventa por ciento para poder fabricar armamento atómico, un grado del que Irán estaría también muy próximo ya que como declaró su presidente «tenemos capacidad real para enriquecer uranio al ochenta por ciento».
Esta capacidad es la que despierta dudas en la comunidad internacional y en el seno de un OIEA que hasta el momento no ha podido determinar de forma objetiva si el programa nuclear iraní tiene fines militares o no. La falta de pruebas, sin embargo, pesa menos que la falta de confianza en Teherán por lo que ante la negativa iraní de detener sus actividades nucleares el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ya ha aprobado tres rondas de sanciones y una cuarta está en boca de todos. Sólo la negativa de China y Rusia –que este año debería concluir las obras en el reactor de Busher, al sur del país-mantiene de momento las sanciones en un segundo plano. “Si hubiéramos querido la bomba, ya la tendríamos”, repite una y otra vez Ahmadineyad. “Rechazamos el armamento nuclear con todas nuestras fuerzas”, asegura el Líder Supremo, Alí Jamenei. Palabras que nadie parece creer.
Acuerdo imposibleIrán habla de diálogo, pero no cede un ápice en lo que considera «un derecho fundamental». En octubre se llegó a un principio de acuerdo por el que la república islámica aceptaba enviar su uranio al 3,5 por ciento a Rusia y Francia para recibirlo enriquecido al veinte por ciento y en las planchas necesarias para el reactor de Teherán. La discusión sobre la cantidad y los plazos de entrega, sin embargo, hicieron imposible que esta fórmula saliera adelante y por ello Teherán decidió avanzar de forma autónoma y ordenar a sus científicos el enriquecimiento en sus propias instalaciones. Los expertos aseguran que con los medios actuales Irán podrá llegar a este nivel, pero dudan que posea la tecnología necesaria para fabricar las planchas de combustibles finales.
Dudas, incertidumbre y la amenaza de un régimen islámico con armas nucleares han llevado a Estados Unidos a desplegar ocho baterías de misiles en el Golfo Pérsico. La carrera atómica iraní avanza imparable, como lo hace su capacidad balística, con capacidad incluso para poner satélites en órbita. La combinación de ambas es lo que hace realmente temible a un país que pese al fuerte bloqueo que sufre desde hace tres décadas ha desarrollado una industria nacional capaz de convertirle en la gran potencia de la región.

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